domingo, 31 de octubre de 2010

Apariciones


Entre la copa que bebía y la que aún no llegaba, te me apareciste. Estabas ahí sentado, con la mirada triste que nunca vi, con la voz que jamás escuché; fantasma tan real que me lastimas hasta arder la piel.

No quisiera hacerlo, pero los recuerdos quedan atrapados entre tu olvido y el mio. Los arcoiris pasaron a ser más definiciones de diccionario con ilustraciones opacas que borraron los que creían que el cielo es celeste, idiotas.

Me quedo con mi firmamento morado y rojo, pinceladas en la gran bóveda que me cobija, con el agua cristalina y revuelta, con los listones trozados, con los nudos que le pongo a todo lo que encuentro.

Dijeron que era muy pronto, 'demasiado pronto' respondí, y aún así prefiero seguirme perdiendo en voces alcoholizadas, que pedir un perdón por culpas no ganadas. Total, el indulto está otorgado porque ya no le importa.

jueves, 21 de octubre de 2010

Me queda grande el cuerpo

A veces mientras te sientas sólo a respirar y nada más, te pierdes tanto en tus pensamientos, que a la hora de volver te das cuenta que la piel te queda grande, te estorba. Es como si te fueras a salir de ella, ves a través de tus ojos como si fueras un niño pequeño tratando de asomarse por las altas ventanas de su casa.

Brincas e intentas volver a la realidad. ¿No te da miedo quedarte enano?

Es algo confuso, las cosas se ven tan gigantes, como si te sumergieras en ellas, dentro de la pantalla del ordenador, dentro de el cigarrillo que acabas de encender, dentro de los ojos que ya no estás viendo.

¿Será que estás perdido? El cuerpo te queda grande cuando tu espíritu se va encogiendo y tú sólo no sabes que hacer parado en una vara a medio océano...

martes, 19 de octubre de 2010

La verdad como violencia


Así me lo escupiste en la cara...

Entre tus jóvenes y mis viejos lo entendí como se entiende la muerte. Es decir, es inevitable, una utopía que al mismo tiempo cabe dentro de la definición de aberrante.

Te vi diestro salir por la puerta, azotándola y haciendo que los cuadros de la pared se desacomodaran, cerré los ojos, bebí aire caliente, me senté en el suelo y levanté la mano para decirte "buen viaje".

Mientras contaba mis cabellos, de fondo oía una canción de 'esas que me gustan', el sonido del gis del radio viejo me hacia sentir en la escena de una película gore.

Nos ahorramos el discurso conocido de las cosas que odiamos uno del otro, pagamos cada quien su boleto de tren para marchar, aunque el mio tiene retraso, sigo viendo el reloj en la salita de espera de la estación, 'ya viene, ya viene...' repito desesperada tronándome los dedos.

Dejaré de fruncir el ceño con los ojos cerrados, me limpiare las babas del rostro, dejaré la desconfianza bajo llave en una cajita, debajo de la silla donde aún espero, es tuya, ven por ella si te place. Ahí viene el tren, anuncian reparaciones, sus ruedas ya no sirven...

Pinceladas difusas


No sabía que hacer, le pinté un mundo color de rosa llamado ilusión; luego otro gris listo para colorear, creo le deciamos realidad. Al final optó por largarse a vivir a una monografía ilustrada de la Guerra Fría.

viernes, 15 de octubre de 2010

Monstruos de papel


Será que me rio o lloro de los rumores que giran alrededor mío. De la noche a la mañana te puedes hacer una celebridad, así, sin más ni más.

Hoy aprendí una lección importante, bueno, tal vez sean más, pero la más importante es de que una mujer herida puede convertirse en una completa pesadilla.

Sus ojos verdes llenos de bilis te traspasarán transversalmente hasta el tuétano, adentro con su uña del dedo meñique te clavará un aguijón y lo retorcerá lentamente hasta que vea como las primeras gotitas de sangre se escurren a lo largo de su mano putrida y morada.

No te queda más que sentir dolor, la miras intentando alzar la cabeza, pero irremediablemente su lengua bífida se te enredará en el cuello, asfixiándote mientras se mofa de lo frágil que te ves en ese estado.

Mientras siente placer de verte debilitado y a sus pies, postrará sus minúsculas pezuñas traseras sobre tu vientre, intentando hacerte estallar por la presión, pateará una y otra vez, gritará maldiciones, te gruñirá cerca de la oreja e intentará arrancarla de un mordisco.

Te tenderá en el suelo sosteniéndote con sus tentáculos, te desenrollará azotándote contra el asfalto, restregándote la piel sobre el pavimiento, viendo como tu carne se levanta hasta dejar ver el hueso... Pensarás que morirás de un momento a otro.

Sin embargo, hay una forma de reparar el daño que nos causa la hembra enfurecida. Ignórala. Irremediablemente, morirá.